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Argentina: La Plata, la ciudad perfecta

Estábamos sentados alrededor de una mesa impecablemente blanca, servida con un desayuno de trabajo. Los platenses más perezosos corrían apresurados por llegar a sus trabajos en todas direcciones. Nosotros, en la lujosa Asociación de la Cámara de hoteleros en la ciudad de la Plata. Mi ciudad. Hoy más orgulloso que nunca retomo la frase y con el pecho inflado digo nuevamente: Mi ciudad. ¿Quiénes me acompañan? Los socios de Visión (Asociación Internacional de Escritores y Periodistas Latinos de Turismo).

Estábamos en pleno desarrollo de nuestra reunión ordinaria para discutir sobre temas internos y, sobre todo, para colaborar con la mejora del turismo no solamente en nuestro país sino también en el resto del mundo.

El destino. La ayuda de los amigos. Todo me acompañó. La realidad es que la segunda reunión con este formato federal que hemos adoptado, todavía con una metodología de prueba, se hizo en mi ciudad. Una vez superada la sorpresa cuando me lo dijeron, comencé a pensar si estábamos  a la altura de estos críticos personajes del turismo internacional, que son nada más ni nada menos que mis colegas. Me preguntaba también si la ciudad y las autoridades locales se pondrían a trabajar para recibirlos. Y si les preocupaba su visita.

Al término de la reunión montamos la combi y comenzamos con la recorrida para llegar a nuestro próximo destino. Mi estado de ánimo: muy nervioso. Debía disimularlo ante mis colegas. A su vez quería ser un observador más y criticar lo que estaba mal. Me ocurrió lo mismo que nos ocurre cuando uno invita a figuras especiales a su hogar. Es el momento de darse cuenta que los manteles tienen manchas que no salieron, hay uno que está roto, la canilla del baño pierde, ese rincón del living está muy oscuro y la lista se hace interminable. El repaso cotidiano nos acostumbra a muchos faltantes. En la exigencia contabilizamos muchas cosas que se pueden mejorar.

Estaba absorto con mis reflexiones y sumergido en una lucha interna cuando el murmullo subido de tono me sacó de mis pensamientos. Qué hermosa que es la Catedral, exclamó una de ellas. Su estructura es imponente, también se escuchó. La plaza es enorme, ya gritó otro, queriendo sobresalir. ¿Por qué es tan grande? Fue la pregunta. Atontado por mis pensamientos, enseguida reaccioné y empecé a vender cara mi ciudad. Agrandado, diría. Es normal que encuentren en mi ciudad grandes plazas cada seis cuadras tenemos una, todas atravesadas como flechas de Cupido por diagonales. No importa el rumbo que tomen, para donde vayan se van topar con una, siguiendo sus ejes o sus diagonales. Todas ellas importantes en su tamaño. Son el pulmón de aire puro y esparcimiento que eligieron sus diseñadores.

Así continuaba explicándoles a mis colegas. Esta es una de las pocas ciudades en el mundo diseñada con lápiz y papel. Se cuidó cada detalle. El ingeniero Pedro Benoit fue el elegido para llevarlo a cabo. Con su lápiz empezó a diseñar nuestro destino: Pedro ¿por qué tantas plazas? ¿Por qué algunas de ellas son tan grandes? Le preguntarían los que podían ver sus borradores. Su respuesta seguramente fuera la siguiente: Sin duda que los platenses para poblar esta ciudad van a tener muchos niños y necesitan jugar entre una magnífica arboleda.

Sin duda, Pedro era un soñador.  Pensaba y soñaba sobre el papel. Se preguntaría saboreando unos mates: Si quiero cruzar rápido la ciudad, cómo puedo hacer. Una circunvalación doble mano y carriles rápidos, le acotó su ayudante mientras le cambiaba la yerba al mate. A lo cual, él muy sabiamente respondió: Lo mejor son dos diagonales y trazo dos líneas que se cruzaban en el centro y le permitían cruzar rápidamente la ciudad. Luego agregó esta y esta otra y otra más acá. Un verdadero adelantado. Por eso hoy nos reconocen como “Ciudad de las Diagonales”.

Ya estábamos bajando y la catedral con su imponente figura nos obligaba a un máximo respeto. Su templo, sus vitrales, sus brillos y sus torres imponen un “Ohh” de admiración. Maravilloso lugar para admirar, no importa si sos religioso o no. Te da una exquisita sensación de placer recorrerla. Obras muy nuevas completaron su estructura. Una confitería con una hermosa vista -a la que le prometí un almuerzo-, un museo y un ascensor que te lleva al final de la torre, con dos paradas, la última que te permite ver las costas del Uruguay desde 63 metros de altura. Por supuesto que tener rendida a tus pies a esta magnífica ciudad y contemplar lo ordenada de sus calles y diagonales es algo sorprendente y difícil de olvidar.

El sol del mediodía nos recordaba que era un buen momento para almorzar. Un sol radiante le daba a  la Plaza Moreno un marco excepcional. Les recordé a todos que este maravilloso día era gracias al Intendente que había firmado un decreto para así lograrlo. Justamente enfrente teníamos el Palacio Municipal, otro monumento histórico digno de visitarse. Tiene un diseño neorrenacentista alemán y ocupa un lugar preponderante en el gusto de los platenses. No estaba esta vez en nuestra agenda, así que marchamos del centro fundacional al centro comercial de La Plata.  Allí, en el Pasaje Dardo Rocha, edificio hoy dedicado a la cultura y que en su momento albergó la Estación de trenes, nos esperaban las autoridades.

En el Salón Presidencial nos encontramos con ellas, encabezadas por el intendente Pablo Bruera. Todos tuvieron un gesto no menor en recibirnos ante las inminentes elecciones que los tenían tan atareados. Nos entregaron, además de su presencia, un lunch muy reparador, que se sumó al decreto que hizo de interés municipal nuestra presencia y a un certificado personal en agradecimiento de nuestra visita. Lo reitero: es mi ciudad. Este es un gesto que yo personalmente se lo voy a agradecer. Siempre.

Luego de unos reparadores bocaditos iniciamos el viaje hacia el Museo de Ciencias Naturales de  la Ciudad de La Plata. Algunos colegas todavía reclamándome el vino que estuvo ausente en el ágape. No había forma de hacerles entender a estos viciosos que en cuanto hay un plan de trabajo se deben dejar estos vicios mundanos de lado.

A su vez, el San Juanino que nos acompañaba decía, con su claro cantito con sabor a cueca, que este era un boicot hacia las economías regionales. Él lo indica claramente en su libro de Economía en el Turismo, en la página 23, según el autor dice: En todos los acontecimientos debe servirse un buen vino con la temperatura adecuada de acuerdo con su color. Broma va.  Broma viene. Ya estábamos debajo de las grandes figuras de los Dinosaurios, caminando prácticamente entre sus grandes huesos. Conociendo así la evolución hasta nuestros días. La sala egipcia recién inaugurada fue receptora de nuestros objetivos, que hicieron recalentarse a las cámaras fotográficas.

Nuevamente en la combi viajábamos hacia el Estadio Único. Mientras tanto, aprovechaba el momento para meterles propaganda a mis colegas. Me salía de la vaina y les iba señalando: este es el Colegio Nacional, allí en esa esquina tuve una novia, aquí… y así sucesivamente, los recuerdos. Mis recuerdos afloraban en mi mente y se alborotaban como un torbellino. Mientras tanto, yo seguía con mi arenga y repetía: Esta ciudad es la capital de la provincia más importante de la República Argentina. Tanto hablaba que ya estábamos subiendo las escaleras del Estadio para llegar a ver el campo de juego.

El alma futbolera de todos renació y la exclamación no se hizo esperar de la paquetería de este estadio y pese a lo joven que es. Sus alternativas históricas dan para muchos libros. Y enumero solo algunas. Su techo estuvo guardado en la Aduana hasta su vencimiento de uso. Al final se colocó y está bárbaro. Vivito y coleando. Los dos clubes de primera por el que se hizo no quieren jugar en él. Y para qué más. Con esto solo alcanza. Su capacidad es de sesenta mil espectadores, y fue premiado hace muy poco por su diseño. Tienen un campo de juego de repuesto. Uno está guardado en macetas. Este es de quita y pon y se hace prácticamente artesanalmente.

Qué más podemos hablar de él. Para los platenses que lo pudieron visitar es nuestro orgullo. Pero en mi caso una asignatura pendiente. Señor gobernador devuélvame el Estadio. No tengo papeles, no tengo escritura. Pero creo que me pertenece. El estadio único debe ser de los Platenses. Usurparon nuestra buena voluntad, todo lo recaudado. Debe ir para mejoras de los habitantes de este querido e inundable suelo. Le estamos prestando los terrenos en pleno centro de la ciudad para que tenga su casa. Sí. Allí en la Casa de Gobierno. El estadio debe ser municipal, es decir, auténticamente Platense, para nosotros los habitantes de esta gran urbe. Al que lo haga se lo agradeceremos siempre.

Todo esto me brotaba como un torbellino, es por ello que aproveché y como si fuera un ensayo político se lo fui diciendo a mis colegas mientras volvíamos en busca del Teatro Argentino, en el centro de la ciudad. Qué lindo que es. Recorrimos sus instalaciones, sus talleres. Conocimos su historia y tuvimos la suerte de presenciar un ensayo. Cantantes, coro y orquesta. “La Traviata” sonó para nosotros. A mí me parecía un final programado. Estuvimos allí un buen rato, cómodamente sentados sobre la pana roja de sus butacas; ese entorno y esa acústica nos motivaron en un momento de relax. Un cierre maravilloso para esta visita de periodistas internacionales de turismo. Espero que lo sepan evaluar.

Tan hermoso día no podía terminar de otra manera que no fuera con una puesta de sol maravillosa. Un rojizo atardecer nos envolvía. Nos despedimos con abrazos y promesas de un próximo encuentro que todavía no tiene destino. Todos se fueron impactados por mi ciudad. Mientras la combi se mezclaba entre el tránsito, cargué mi mochila y empecé a mezclarme con los Platenses. Mi amplia sonrisa era compartida. Pisaba bien fuerte este suelo y me repetía. ¡Qué orgullo La Plata que da ser Platense!

Fuente: Carribean News

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