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La Cuesta del Portezuelo hace honor al poema que la hizo famosa

Al margen de los motivos que lleven a recorrer los 17 kilómetros  asfaltados que la separan de San Fernando del Valle, quienes suben ese serpenteante camino de herraduras y sus miradores coinciden en que el sitio hace honor a lo descripto por Polo Giménez en su obra, inmortalizada en ritmo de zamba por Los Chalchaleros.

La avenida Presidente Castillo, que al salir de la capital hacia el este se convierte en Ruta Nacional 38, entra al departamento Valle Viejo al cruzar el río Del Valle en el sector de Tres Puentes, y recorre una zona llana urbanizada primero y luego con sembradíos, hasta llegar al pie del cordón del Ancasti.

Allí, tras pasar el pueblo Villa del Portezuelo, donde hace una curva pronunciada hacia el norte y sigue rumbo a Tucumán, conecta con la ruta provincial 2 que continúa hacia el este en un sinuoso ascenso por la falda.

El terreno se vuelve más húmedo y la vegetación más alta y tupida a ambos lados de la cornisa en caracol, que tiene más de 300 curvas en unos 7 kilómetros de ascenso, con ejemplares de algarrobo, cevil, quebracho, palo borracho y cactus, que sobresalen entre jarillas, tuscas, retamas y breas.

En algunas curvas el camino se ensancha y algún viejo algarrobo quedó en el centro, entre los dos carriles y hay uno con un hueco en el tronco que obra de gruta, al albergar un altar a la Virgen del Valle, de la cual todos parecen ser devotos en la ciudad donde más se la venera.

Al llegar a los 1.070 metros de altitud -unos 500 desde la base- hay un mirador con estacionamiento, desde el cual se ve el precipicio cubierto de variados verdes, con los caracoles como escalones semitapados por las copas de los árboles más altos.

Por esa ruta en herradura circulan los vehículos que van y vuelven de Santiago del Estero, mediante su conexión con la ruta provincial 11, y también ciclistas que pasean o entrenan en el duro ascenso, y por allí también bajaron a pie miles de peregrinos  durante la reciente fiesta de la Virgen del Valle.

En ese espacio llamado simplemente «El Mirador» hay vendedores de productos regionales y artesanales, como vinos, empanadas, dulces, aceites, arrope y nueces, y un alto cartel con los versos de Paisajes de Catamarca, una canción que se escucha en toda peña, festival o espectáculo de este valle, en especial si hay turistas.

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La ciudad capital, los campos de cultivos y Valle Viejo se ven en una panorámica como parte un plano gigante y, antes del horizonte, el cordón del Ambato, que bordea por el oeste el Valle de Catamarca, en tonos azules y violáceos.

En los últimos 500 metros de ascenso, que representan un recorrido de más de 3 kilómetros, la vegetación se hace más espesa, con helechos y enredaderas en el sotobosque y cardones que emergen entre árboles de hojas frescas, como los frondosos molles.

En la cima de la cuesta hay un restorán y hospedaje con pequeñas cabañas, que tiene un balcón mirador cuya vista reproduce la imagen descripta en el poema-zamba, y se ve claramente el «camino largo que baja y se pierde»: la ruta 38 rumbo al norte.

En los días despejados el sol y el aire seco pueden curtir rápidamente la piel de los recién llegados, especialmente de quienes permanecen largo rato en los balcones para observar los cóndores que se veían pequeños durante la subida, pero que allí planean muy cerca de los turistas.

En la temporada húmeda, del bosque sube una espesa niebla y se pueden ver algunas nubes desde arriba, ya que la cima está a 1.680 metros sobre el nivel del mar, lo que implica cerca de un kilómetro de alto desde la base.

La mayoría de los que suben por primera vez se sorprende al comprobar que la sierra no desciende hacia el este desde su cima como ocurre en general con las montañas, al menos tan abruptamente como en la cuesta.

El terreno, por el que corre la ruta 11, se mantiene llano en la altura cual meseta y comienza un suave descenso varios kilómetros más adelante, por  lo que también se comprueba que el valle es en realidad una gigantesca depresión del terreno.

Cuando las condiciones del clima lo permiten, desde el predio de la hostería de la cima se puede practicar parapente, con instructores, y compartir el vuelo con los cóndores.

Fuente: Telam

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