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Cómo funciona el ferrocarril turístico operado por niños en Hungría

Con sus estanterías llenas de libros de texto y sus pasillos decorados con dibujos, el ruidoso edificio del Gyermekvasútas Otthon, en las afueras de Budapest, Hungría, parece una escuela justo antes de que suene la campana.
Por las ventanas se ven niños sentados en sus pupitres. Algunos se pelean entre sí, otros juegan con los celulares o hacen garabatos en sus libretas mientras esperan el comienzo del día.

Pero si miras de cerca algo llama la atención. Esos libros de texto no son de álgebra o de inglés. Tienen el sello de MÁV START Zrt, la compañía nacional de ferrocarriles de Hungría. En la pizarra, tras la mesa del profesor, un póster revela los procedimientos de seguridad a seguir cuando un ciervo o un erizo se cuela entre las vías del tren.
A su lado hay un programa con los detalles sobre el último gran juguete: el motor de la locomotora

Efectivamente, Gyermekvasútas Otthon no es un lugar de enseñanza académica. Es un campo de entrenamiento extracurricular en los 11,7 kilómetros de la Gyermekvasút, la línea 7. Esta línea atraviesa a 20 km/h los contornos de las colinas de Buda hasta la colina de Széchenyi, a las afueras de la ciudad. 

Es una de las líneas de tren más largas y rápidas de su categoría. Y está operada por niños. «La gente cree que es raro que niños de entre 10 y 16 años sean los jefes de la estación, pero eso no es todo lo que hacen», dice Balázs Sáringer, uno de los supervisores veinteañeros de la academia. «Gestionan los interruptores del ferrocarril, hacen los anuncios para los pasajeros, controlan las señales, venden los boletos… Lo único que no hacen es manejar el tren».

Celebrando el pasado

Este trabajo de niños puede que sorprenda a muchos adultos, pero los ferrocarriles operados por niños eran habituales en la era soviética. El fenómeno se originó en la antigua URSS. El primer tren operado por niños se inauguró en el parque Gorki de Moscú en 1932.

El Partido Comunista nunca se lo planteó como algo excepcional. Durante las siguientes seis décadas, los Pioneros, de la sección juvenil del partido, construyeron52 líneas ferroviarias de este estilo a través de Europa Oriental. Algunas de ellas todavía funcionan, como el Tren de los Niños del Lejano Oriente, en la remota ciudad rusa de Jabárovsk. O el Pequeño Tren del Suroeste, en Kiev, Ucrania.

Su encanto, dicen los historiadores, reside en el engranaje de su motor y no en el brillo de su esmalte. El objetivo, al menos en aquel entonces, era inculcar una sensación de camaradería y disciplina entre los adolescentes y seleccionar a los futuros líderes del Partido Comunista.

La mayoría de estas líneas ferroviarias han sido clausuradas, pero la empresa de ferrocarriles estatales de Hungría quiere preservar su herencia. MÁV START Zrt considera que tienen un valor intrínseco en la educación de los niños, además de fomentar el nacimiento de una nueva generación de trabajadores, y en ese sentido, el Tren de los Niños de Budapest puede ser tomado como ejemplo para estudiar el valor de la celebración del pasado.

La puesta en marcha

Ningún visitante llega al centro de entrenamiento de Gyermekvasút antes del desayuno, pero quienes lo hacen son testigos de excepción de algo extraordinario y de otra época. En el día de mi visita, a las 8:00 de la mañana, los niños son trasladados desde su aula hasta un patio para pasar lista. Quienes están de servicio, vestidos con chaquetas de la marina y gorras militares, escuchan con atención las directrices para el comienzo del día. Después llega la inspección de los uniformes: las holgadas camisas se meten por dentro y las botas se limpian con disimulo con el forro de los pantalones de franela. Con gesto serio pero informal, cabezas inclinadas y bocas abiertas, los jóvenes trabajadores marchan cantando mientras la bandera tricolor de Hungría ondea al sol. Las letras de las canciones se remontan a 1947, cuando nació el Tren de los Niños original.

Rutina

Durante la ceremonia, Sáringer entrega los horarios de trabajo a su grupo de 25 jóvenes. A su alrededor, se reúnen niños de entre 10 y 14 años, seleccionados de entre varias escuelas de la capital húngara. No sólo están ahí por sus buenas notas, sino también por haber superado el intensivo programa de seis meses de entrenamientoSólo ahora están listos para subirse al tren. Una fuerte voz desde un altavoz rompe el coro, y me uno al grupo que se embarca en el tren para dejarlo listo para su salida.

Me siento al lado de Mihály Cserjegi, de 14 años, uno de los veteranos que ya completó tres años de servicio. «Mi padre trabajó aquí cuando yo era pequeño y quería seguir sus pasos. No hago esto para no ir a la escuela. Es precisamente todo lo contrario». Mihály Cserjegi, 14 años. Mientras el tren se pone en marcha, me cuenta por qué esta experiencia tiene tanto sentido para él. «Mi padre trabajó aquí cuando yo era pequeño y quería seguir sus pasos. No hago esto para no ir a la escuela. Es precisamente todo lo contrario».

Junto a Cserjegi, Jazmin Hayek, una vendedora de boletos de 11 años, se une a la conversación para exaltar las virtudes del tren. «Antes de venir a trabajar mis matemáticas no eran tan buenas», explica. «Pero ahora son mucho mejores». Los húngaros están orgullosos de su historia. Pero la camaradería y el estricto trabajo en equipo de la época comunista están impregnados en las vías del ferrocarril como si perteneciera a la era soviética. ¿Es esto negativo?

Sáringer sacude la cabeza. «Mucha gente odia la idea del tren por su pasado», dice, encogiéndose de hombros. «Pero esto es más que una tradición. Es una cuestión de educación«. «Vender boletos es una lección matemática; el trabajo de los interruptores es física; dar la bienvenida a los extranjeros puede ser una clase de inglés. Pregunte a los niños que trabajan aquí; ellos comprenden su valor».

Emoción que se palpa

Cuando el tren está listo para partir, resulta fácil ver a lo que se refiere. Los inspectores adolescentes venden y estampan los tickets mientras bromean con los clientes.                  A bordo, niños uniformados conversan con los pasajeros en sus asientos. La emoción se palpa en el ambiente a medida que la bulliciosa estación se llena de ruido, anticipándose a la llegada del tren. En la plataforma, un jefe de estación de 10 años comprueba su reloj para asegurarse de que todo está en hora. Suena un silbato, la luz pasa de rojo a verde, las puertas se cierran y en tren grita, alertando al guardavía de 11 años para que se aleje de la línea. Y el tren se aleja, devolviendo el silencio a la plataforma una vez más.

Fuente: BBC Travel

Fotos: BBC Travel

Video: Youtube vladamikulec

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