La epopeya en Grecia arrancó con un soñado 83-82 sobre Serbia y Montenegro. Manu Ginóbili metió un agónico doble en el último segundo que significó, además del primer triunfo, el desahogo con sabor a revancha por la final del Mundial perdida ante Yugoslavia.
Luego de la gran victoria ante los campeones mundiales, la Argentina fue superada por España (87-76), pero se recuperó ante los rivales más accesibles del grupo, como China (82-57) y Nueva Zelanda (98-94). La última fecha fue con caída ante Italia por la mínima diferencia para terminar en el tercer puesto de la zona.
En el cruce de cuartos de final Argentina debió enfrentar a Grecia. Los locales siempre fueron un equipo batallador, pero chocaron con el corazón albiceleste, que tuvo a un Walter Herrmann determinante y a un Luis Scola que empezaba a agigantar su figura para un sufrido, pero muy festejado 69-65 ante los helénicos.
Llegaron las semifinales y el rival al que todos querían evitar: Estados Unidos. Con jugadores NBA, entre los que se destacaban Tim Duncan, Allen Iverson, Stephan Marbury y Lamar Odom, Argentina le dio otra cachetazo al Dream Team (ya habían caído con Puerto Rico y Lituania) tras vencerlo 89-81 y sacarlos del camino al Oro.
La única mala noticia para Argentina de cara a la final fue la lesión de Fabricio Oberto, quien sufrió una fractura en su mano por una falta de Marbury. Sin embargo, el equipo de Magnano aplastó a Italia con un juego colectivo brillante y un Scola en su máximo esplendor.
A partir de aquel 28 de agosto, en Atenas, se inició la Generación Dorada. Pepe Sánchez, Ginóbili, Alejandro Montecchia, Oberto, Hugo Sconochini, Gabriel Fernández, Leo Gutiérrez, Scola, Andrés Nocioni, Herrmann, Carlos Delfino y Rubén Wolkowyski fueron los héroes que se subieron al olimpo y escribieron las páginas más gloriosas en la historia del básquet.
Fuente: Video Pro Enter – Foto Perfil.